El Gobierno debería ser más sincero sobre las razones que lo llevaron a clausurar el año escolar. No se trata de problemas en la educación virtual, tampoco es la falta de acceso a internet o la protección de la salud y la vida de los estudiantes. El motivo es esencialmente político y tiene que ver con la única prioridad que tienen hoy los que tratan de restablecer la democracia en el país: evitar el retorno del MAS al poder.
Curiosamente, el único que ha mencionado este aspecto ha sido Evo Morales, que en su cuenta de Twitter dijo que el propósito fundamental de la suspensión de las clases es conseguir la desmovilización de los maestros, cuyos líderes, los más anacrónicos, pero también los más combativos, estaban llevando al magisterio a sumarse a la lucha encarnizada que protagonizan sector afines al cocalero para conseguir la recuperación del gobierno nacional.
La pelea de los maestros contra el gobierno de Jeanine Áñez viene desde el primer día en que se suspendieron las clases presenciales. Por orden de los sindicatos, los profesores del área fiscal se cruzaron de brazos, se negaron a dar clases virtuales y plantearon como excusa la falta de capacitación. Sus colegas de los colegios privados tienen exactamente la misma formación y las mismas debilidades en el dominio de las herramientas digitales, pero con todas las falencias y dificultades iniciaron el proceso a distancia, que de a poco se está estabilizando, como ocurre en todo el mundo, pues nadie estaba preparado para la pandemia y el uso de las nuevas tecnologías no era lo más corriente en las escuelas.
El Gobierno accedió a darles la capacitación que exigían, que se prolongó por un lapso de tres meses, tiempo desmedido pues no hace falta tanto para aprender a manejar una aplicación como Zoom o una plataforma de internet. Aun así, los maestros lo cuestionaban todo, ponían toda clase de pretextos y ni siquiera las facilidades que les brindó la empresa Entel los convenció para retomar sus actividades y dejar de cobrar sueldo sin trabajar.
Finalmente, cuando el Ministerio de Educación accedió a reestructurar el periodo lectivo, a adecuar los contenidos a la nueva modalidad y establecer un nuevo cronograma, las clases se reiniciaron en julio, pero a los pocos días, los sindicatos redoblaron su apuesta. Comenzaron a demandar el retorno de las clases presenciales, a pedir que los niños vuelvan a las aulas, una petición imposible de satisfacer, cuyo único objetivo era erosionar políticamente al gobierno, incrementar el malestar y promover la adhesión de los maestros a las protestas que el MAS está incentivando.
A los bolivianos nos debe quedar claro que los maestros del área fiscal no iban a pasar clases por más que se les den todas las facilidades. Ellos apostaron desde un principio por el fracaso del año escolar y peor todavía, su jugada es porque vuelva el cocalero a seguir estafándonos a todos con satélites inservibles y computadoras chinas, patrañas por las que jamás protestaron los cabecillas del magisterio, a quienes menos a nadie les interesa la educación de los niños.
El Gobierno debería ser más sincero sobre las razones que lo llevaron a clausurar el año escolar. No se trata de problemas en la educación virtual, tampoco es la falta de acceso a internet o la protección de la salud y la vida de los estudiantes. El motivo es esencialmente político y tiene que ver con la única prioridad que tienen hoy los que tratan de restablecer la democracia en el país: evitar el retorno del MAS al poder.
Curiosamente, el único que ha mencionado este aspecto ha sido Evo Morales, que en su cuenta de Twitter dijo que el propósito fundamental de la suspensión de las clases es conseguir la desmovilización de los maestros, cuyos líderes, los más anacrónicos, pero también los más combativos, estaban llevando al magisterio a sumarse a la lucha encarnizada que protagonizan sector afines al cocalero para conseguir la recuperación del gobierno nacional.
La pelea de los maestros contra el gobierno de Jeanine Áñez viene desde el primer día en que se suspendieron las clases presenciales. Por orden de los sindicatos, los profesores del área fiscal se cruzaron de brazos, se negaron a dar clases virtuales y plantearon como excusa la falta de capacitación. Sus colegas de los colegios privados tienen exactamente la misma formación y las mismas debilidades en el dominio de las herramientas digitales, pero con todas las falencias y dificultades iniciaron el proceso a distancia, que de a poco se está estabilizando, como ocurre en todo el mundo, pues nadie estaba preparado para la pandemia y el uso de las nuevas tecnologías no era lo más corriente en las escuelas.
El Gobierno accedió a darles la capacitación que exigían, que se prolongó por un lapso de tres meses, tiempo desmedido pues no hace falta tanto para aprender a manejar una aplicación como Zoom o una plataforma de internet. Aun así, los maestros lo cuestionaban todo, ponían toda clase de pretextos y ni siquiera las facilidades que les brindó la empresa Entel los convenció para retomar sus actividades y dejar de cobrar sueldo sin trabajar.
Finalmente, cuando el Ministerio de Educación accedió a reestructurar el periodo lectivo, a adecuar los contenidos a la nueva modalidad y establecer un nuevo cronograma, las clases se reiniciaron en julio, pero a los pocos días, los sindicatos redoblaron su apuesta. Comenzaron a demandar el retorno de las clases presenciales, a pedir que los niños vuelvan a las aulas, una petición imposible de satisfacer, cuyo único objetivo era erosionar políticamente al gobierno, incrementar el malestar y promover la adhesión de los maestros a las protestas que el MAS está incentivando.
A los bolivianos nos debe quedar claro que los maestros del área fiscal no iban a pasar clases por más que se les den todas las facilidades. Ellos apostaron desde un principio por el fracaso del año escolar y peor todavía, su jugada es porque vuelva el cocalero a seguir estafándonos a todos con satélites inservibles y computadoras chinas, patrañas por las que jamás protestaron los cabecillas del magisterio, a quienes menos a nadie les interesa la educación de los niños.