Hablar de cuarentena en el país es bastante relativo, pues existe coincidencia de que el caos es generalizado, el control es muy bajo y la conciencia ciudadana ayuda muy poco para limitar la circulación y respetar el distanciamiento, que pese a tiempo transcurrido y todas las teorías que siguen dando vuelta, es el único medio para evitar la propagación masiva del Coronavirus.
Como siempre ha ocurrido en nuestro país, la presión social está por encima de la razón y los argumentos empíricos y se está viendo cómo el transporte público vuelve a algunas ciudades, sabiendo que no existe ningún protocolo de bioseguridad definido, que no hay medios para supervisar el cumplimiento de ciertas normas básicas y que tanto la conducta de los transportistas como de los usuarios es una
garantía de insensatez que pone los pelos de punta.
El mapa mundial de la pandemia muestra claramente que el virus ha ido migrando desde Asia, luego a Europa, Norteamérica y las próximas semanas puede ser el “turno” de Sudamérica, especialmente por el notorio crecimiento de los casos de Brasil, el incremento registrado en Perú, Colombia y también en Argentina. Si bien Bolivia no está entre los más azotados, no hay que negar que la curva de contagios apuntando hacia arriba y todavía no ha llegado a su pico. Lo que pasa en el Beni debería ser una alerta para todas las regiones y no una invitación a bajar los brazos, como se pretende en este momento.
Los únicos tres países que hacen la diferencia en el continente son Uruguay, Costa Rica y Paraguay y los resultados.
conseguidos no se deben a la gran calidad de sus servicios sanitarios o a otros factores como el número de pruebas de Covid-19, sino a que actuaron a tiempo, fueron inflexibles con la cuarentena y obligaron a la gente a respetarla.
Si en Bolivia no hemos llegado a los extremos de Ecuador, con cadáveres tirados en las calles, lo del Beni puede generalizarse si decidimos tirar todo por la borda.
Si la flexibilización se decide ahora, justo cuando están aumentando los casos; si no hay un protocolo estricto de la desescalada; si la gente no tiene la adecuada información para cuidarse y cuidar a los demás, el relajamiento de las restricciones puede ser un estímulo para que toda esa población que está cumpliendo el sacrificio de quedarse en casa, rompa filas y se sume a la irracionalidad que ha estado imperando en algunas zonas.
Es verdad que hoy el cálculo político está detrás de todo y también pesa sobre la decisión de prolongar o no la cuarentena. Por el momento, el Gobierno tiene una sola misión y es salvar al país del desastre que puede ocasionar un brote aún mayor de Coronavirus y el camino para lograrlo es precisamente el cuidar a los ciudadanos, orientarlos y no dejarse llevar por grupos que justamente están buscando muertes masivas.
Si la flexibilización se decide ahora, justo cuando están aumentando los casos; si no hay un protocolo estricto de la desescalada; si la gente no tiene la adecuada información para cuidarse y cuidar a los demás, el relajamiento de las restricciones puede ser un estímulo para que toda esa población que está cumpliendo el sacrificio de quedarse en casa, rompa filas y se sume a la irracionalidad que ha estado imperando en algunas zonas.