No es difícil imaginar qué hará el Gobierno en el caso de que Luis Arce se deje imponer la agenda de Evo Morales y su entorno. Inmediatamente se van a poner a trabajar en la campaña para las elecciones departamentales y municipales del mes de marzo. Vuelos por aquí, viajes por allá, inauguraciones, tarima, música y dinero a montones del erario público para arrasar en las urnas. Ya hemos visto de lo que es capaz el gobierno en estas ocasiones. No mide gastos, usa y abusa de los bienes del estado para ponerlos al servicio del partido.
Durante casi cuatro meses no habrá problemas para los opositores. Cuando se buscan votos, todos se muestran buenitos y el MAS ya sabe que su lado flaco es el abuso, la corrupción y la persecución, elementos de los que se desmarcó Luis Arce para conseguir una excelente votación.
Pero una vez se cumplan las elecciones, el régimen masista comenzará a hacer la misma limpieza que hizo cuando obtuvo el triunfo en 2005. El oriente boliviano se ha levantado nuevamente y habrá que dividirlo, amedrentarlo y tumbar las cabezas que han sobresalido. Muchos sindicatos y movimientos sociales se han parcializado con la democracia y la defensa del voto y habrá que aplicar el paralelismo sindical; a la Iglesia le tocará su parte y no hablemos del movimiento cívico, las universidades y tantas otras instituciones a las que habrá que poner en línea.
El gobierno tendrá que concentrarse en la instrumentalización de la justicia, en buscar jueces y fiscales mucho más agresivos e inescrupulosos, magistrados y tribunos más obedientes, que no tengan la más mínima sospecha de ser “Pitita”, el nuevo insulto que corre dentro de las filas oficialistas, donde se desatará una cacería de brujas. Aprobarán leyes para terminar con la libertad de expresión, buscarán la forma de sentarle la mano a las redes sociales y derrocharán mucha plata y energía para empapelar con juicios a todos los que lucharon contra el fraude, los miembros del gobierno de transición y cuanto líder les parezca sospechoso.
No nos estamos inventando nada, no estamos exagerando, pues eso fue exactamente lo que hicieron en los primeros años del MAS, con un costo en vidas humanas inmenso y una hiperconcentración en la agenda política que le impidió al gobierno de Morales construir una economía sostenible, pese a la gran cantidad de recursos económicos que tuvo a su disposición.
El triunfo del 18 de octubre pasado es precisamente el resultado de tanto afán, eficiencia y concentración en el campo político, materia en la que el MAS no tiene adversario. El problema es que la economía, la pandemia, la educación que está paralizada, la industria gasífera que se ha quedado sin mercados, sin reservas y sin producción, el desempleo, la caída del PIB y los déficits que se acumulan aceleradamente, marcan una agenda ineludible, impostergable y extremadamente urgente al nuevo gobierno. Esta vez no tiene la chance de elegir qué camino tomar.
La economía, la pandemia, la educación que está paralizada, la industria gasífera que se ha quedado sin mercados, sin reservas y sin producción, el desempleo, la caída del PIB y los déficits que se acumulan aceleradamente, marcan una agenda ineludible, impostergable y extremadamente urgente al nuevo gobierno. Esta vez no tiene la chance de elegir qué camino tomar.