Editorial

Silencio vergonzoso


Silencio vergonzoso

A los izquierdistas latinoamericanos ha comenzado a darles verguenza lo que hacen algunos representantes de esta ideología y los condenan, porque representan la decadencia, ya no sólo del socialismo como fórmula política y económica, sino la ruina de la civilización, la perdición de la especie humana que está llevando a la ruina a sus pueblos.

Hablamos de las andanzas del nicaragüense Daniel Ortega, un desquiciado que ya no sabe qué hacer para sostenerse en el poder y llevar adelante sus disparatados proyectos, insostenibles por la cantidad de atropellos a los derechos humanos y la racionalidad política.

Ortega comenzó metiendo presos a todos los dirigentes y candidatos de la oposición que ponían en peligro su reelección, la que conquistó con más del 80 por ciento de ausentismo electoral. Ha expulsado del país a decenas de organizaciones no gubernamentales y representantes de instancias multilaterales, como la OEA; ha encarcelado a sacerdotes y obispos, ha cerrado medios de comunicación y ha perseguido a periodistas de renombre y por último, como ya no hay espacio en las cárceles para encerrar a sus adversarios, ha optado por mandarlos fuera del territorio y quitarles la nacionalidad.

En la lista de expatriados están, por supuesto, los líderes que mantenía tras las rejas sometidos a torturas y toda clase de vejámenes, dirigentes estudiantiles, sindicalistas, gente de la prensa y personas ligadas a la Iglesia Católica, a la que ha declarado enemiga, empezando por el Papa y toda la jerarquía, a la que ha calificado como una mafia.

A continuación, también ordenó el destierro de casi un centenar de ciudadanos, entre ellos varios intelectuales de prestigio y connotados escritores, altos exponentes de la cultura nicaragüense, como Gioconda Belli y Sergio Ramírez, un ex aliado de Ortega que posteriormente denunció públicamente todos los atropellos que el dictador ha cometido desde sus épocas de revolucionario, entre 1979 y 1990.

 

El mundo entero ha censurado esta locura, las naciones miembros de la OEA se han pronunciado enérgicamente y, como lo adelantamos, hasta los gobiernos izquierdistas del continente han alzado la voz, empezando por el chileno Gabriel Boric, el más drástico de todos, seguido del colombiano Gustavo Petro. Si bien los populistas López Obrador y Alberto Fernández han sido tibios, al menos han ofrecido la nacionalidad a todos aquellos que han perdido la ciudadanía nicaragüense por obra y gracia de la torpeza infinita del dictador centroamericano.

Uno de los pocos países que se mantiene en un silencio cómplice con lo que hace Ortega, además de Cuba obviamente, es Bolivia, desconociendo la tragedia que ha vivido Nicaragua en el pasado y que podría repetirse si no se le pone freno a este sátrapa que pretende convertir a su gobierno en una religión. ¿Pensará Luis Arce que cuando él haga lo mismo que Ortega,  los demás actuarán con esa neutralidad que él está aplicando hacia los más perversos tiranos del mundo?

Uno de los pocos países que se mantiene en un silencio cómplice con lo que hace Ortega, además de Cuba obviamente, es Bolivia, desconociendo la tragedia que ha vivido Nicaragua en el pasado y que podría repetirse si no se le pone freno a este sátrapa que pretende convertir a su gobierno en una religión. ¿Pensará Luis Arce que cuando él haga lo mismo que Ortega,  los demás actuarán con esa neutralidad que él está aplicando hacia los más perversos tiranos del mundo?