Se debe reducir el aparato estatal y el gasto


Se debe reducir el aparato estatal y el gasto

Inevitablemente del Coronavirus (COVID-19), ha puesto en jaque el nuevo orden mundial de las economías. La emergencia llega en un contexto global de contracción de la economía real, actividad comercial disminuida, baja productividad, endeudamiento masivo y excesiva volatilidad especulativa. Los expertos aún, son cautelosos a la hora de cónsiderán cuánto será el impacto que va a general la pandemia, mientras ésta se propaga por más de 144 países del mundo.  

El economista Roberto Laserna, describe los pormenores de esta situación y el efecto que tendrá en una economía de Bolivia, abierta y altamente dependiente de las variables externas. El experto, da paútas de qué se tiene que hacer ante esta coyuntura.

P. El coronavirus se expande y paraliza la economía global. ¿Qué criterio le merece todo esto?.
R.L.: Los efectos de esta crisis sanitaria han sido devastadores en el mundo sobre todo por su impacto en las expectativas. El desplome de las bolsas se debe a que mucha gente, ante el temor que provoca la pandemia, ha vendido sus acciones a cualquier precio, y muchos compradores se han vuelto más prudentes y postergaron decisiones de compra. 

Por tanto, lo que vimos ahí fue el efecto psicológico de la epidemia, no el efecto real de menos producción, menos comercio y menos ventas.  Ese efecto, el real, es el que debería importarnos más, sobre todo porque las transacciones de bolsa son todavía muy poco relevantes para la economía boliviana.

P. ¿Y los efectos reales serán devastadores?.
R.L.: Los efectos reales van a depender de la duración de esta crisis sanitaria. Es obvio que habrá una contracción por las cuarentenas, los cierres temporales de fronteras, las reducciones de la jornada laboral. Pero sus efectos no deberían ser permanentes. Con esfuerzos conjuntos de recuperación, debería ser posible reactivar la economía en un plazo relativamente corto. 

P. ¿Todo esto nos conduce camino a una recesión o una crisis en el corto tiempo? 
R.L.: Nuevamente, creo que el riesgo mayor está en las expectativas, es decir, en la manera en que lo que está ocurriendo sea procesado por nuestra mentalidad. Si nos dejamos llevar por el pesimismo o el miedo, seguramente vamos a asumir comportamientos mucho más cautelosos y lentos, prolongando la recesión. 
También hay un riesgo muy grande si no se controla la epidemia y el contagio aumenta la mortalidad y modifica la fuerza de trabajo y la capacidad productiva de la gente. Pero creo que este riesgo está siendo controlado por la acción conjunta de los países y por la disponibilidad de nuevos recursos tecnológicos que fueron inexistentes en situaciones similares del pasado..

P. ¿Qué medidas se deben tomar para no caer en la recesión?.
R.L.: En este momento la prioridad es controlar la epidemia. Ya sabemos que no es posible evitarla, pero sí mantenerla dentro de ciertos parámetros mas o menos manejables. Lo que se está haciendo en Bolivia no difiere mucho de lo que se hace en otros países, que es reducir el movimiento de personas tanto como sea posible para reducir los contactos y bajar la velocidad de la propagación del mal. 
Para después hay que preparar un conjunto de medidas de reactivación que seguramente tienen que incluir reducciones de impuestos, renegociaciones de deudas, postergación de pagos, mayor flexibilidad en las relaciones obrero patronales, estímulos a la inversión. 

P. En urgencia de hacer ajustes. ¿Qué aspectos del PGE deben reajustarse?.
R.L.: El nivel del déficit que hemos tenido en los últimos años es insostenible. El gobierno anterior manejó la economía de una manera muy irresponsable y ha dejado una carga muy pesada. Es urgente alivianar esa carga reduciendo las dimensiones del aparato estatal y bajando el gasto fiscal. 

P. ¿Qué acciones debe tomar el gobieno?
R.L.: Para comenzar, hay que deshacerse de las empresas públicas. Lo ideal sería venderlas, para recuperar algunos recursos, pero incluso regalarlas a sus trabajadores podría ser razonable en estas circunstancias, así ellos también terminen vendiéndolas. 

Otra carga pesada en el déficit es el subsidio a los carburantes. No solamente es caro sino muy injusto, porque estamos subsidiando el despilfarro de los consumidores de mayores recursos. En este tema debería explorarse incluso la posibilidad de compensar el aumento de los precios que implicaría con bonos en efectivo a los más pobres. 

 P. Bajar tasas impositivas podría implicar un mayor déficit fiscal. ¿En qué medida puede resultar  perjudicial para el país? 
R.L.: Bajar tasas impositivas reduciría los ingresos fiscales, y aumentaría el déficit, en una economía estática. La nuestra no lo es. Si se pagan menos impuestos, tal vez otros se animarán a formalizar sus actividades aun a costa de pagar esos impuestos, y podría ampliarse la base tributaria y tal aumentar los ingresos. Pero más importante aún es que ese dinero quedaría en manos de la gente, que lo gastaría o invertiría, y con seguridad lo haría con mayor eficiencia que los burócratas. 

P. ¿Cómo se afronta la reducción del déficit fiscal?.
R.L.: "Ahora se habla mucho de inyectar recursos en la economía aumentando el gasto fiscal. Eso no funciona. Solo crea deuda, aumenta le despilfarro y la burocracia, y con frecuencia también las importaciones y el déficit comercial. En vez de gastar más, es mejor ingresar menos, y dejar que el dinero quede en manos de la gente. Si llegaran donaciones o deuda de largo plazo, la mejor manera de distribuirla a la gente es bajar impuestos, así tengan que usarse esos recursos para cubrir el gasto corriente del sector público. El gasto privado tiene más impacto económico, y más eficiente, que el gasto público.