Luis Arce asume la presidencia de Bolivia en medio de una serie de interrogantes y la primera que surge nace precisamente de algo que él mismo planteó durante la campaña electoral ¿será él quien gobierne el país? El exministro de Evo Morales ha insistido en que hará un corte entre la antigua gestión del MAS y una nueva administración en la que quedarán excluidos tanto las viejas figuras del régimen como los métodos que se emplearon durante 14 años.
Ha dicho que pretende quedarse sólo cinco años en el poder, contexto que le permitirá concentrarse en una gestión que priorice la atención a los problemas sociales y económicos del país y dejar de lado la agenda política orientada casi íntegramente a reproducir el poder, característica esencial del largo periodo que acabó de manera dramática en noviembre del año pasado.
La otra pregunta nace también de su propia visión. Ha dicho que su intención es “reconducir el proceso de cambio” y no se sabe si la idea es profundizar el modelo socialista intervencionista que llevó adelante el MAS o dirigirlo a un nivel más pragmático, tomando en cuenta que el contexto económico es muy distinto y Luis Arce no ha hecho más que hablar de la crisis que debemos superar y el compromiso que se debe asumir con la austeridad, el achicamiento del estado y la corrección de los desajustes macroeconómicos, elementos que requieren necesariamente abandonar las fórmulas aplicadas entre 2006 y 2019.
Arce habló de reconducción mientras admitía la necesidad de reconocer los errores que se cometieron en el pasado. De esa manera, no se puede entender otra cosa más que lucha contra la corrupción, mayor claridad en el combate al narcotráfico, manejo transparente e independiente de la justicia y el abandono de la persecución política como esencia de la hegemonía masista.
Luis Arce está asumiendo la presidencia en medio de una situación altamente delicada, no sólo por los retos económicos urgentes que se deben afrontar, sino por la crisis política que comenzó en 2016 y que se profundizó tres años más tarde con la postulación ilegal de Evo Morales, el fraude de octubre de 2019 y la gran agitación producida en este año de transición en el que la pandemia no hizo más que agravar todos los problemas que se habían acumulado.
Alguien ha dicho, con mucho acierto, que Luis Arce no tendrá luna de miel y por eso mismo es que no se han visto festejos pomposos ni gestos de algarabía entre su militancia. Todos saben que a partir de hoy no queda más que ponerse manos a la obra y trabajar sin pausa en todo aquello que produce temor y malestar en la población. Hemos visto cómo la ciudadanía está muy sensible y atenta a cualquier movimiento que se produce en los círculos de poder. La paciencia no será la mejor aliada del presidente entrante, por lo que la gobernabilidad de su gestión no depende de las trampas legales y legislativas que se puedan aplicar, sino exclusivamente de acciones concretas que beneficien a la gente.
La paciencia no será la mejor aliada del presidente entrante, por lo que la gobernabilidad de su gestión no depende de las trampas legales y legislativas que se puedan aplicar, sino exclusivamente de acciones concretas que beneficien a la gente.