La gestión de la pandemia en Bolivia va de mal en peor y no sólo por la vacunación, que es un completo fracaso, sino también por todas las medidas que debieran aplicarse y no se ejecutan porque el Gobierno no tiene la menor idea de lo que implica llevar adelante políticas públicas de salud. Construye hospitales sin personal ni equipamiento, lanza planes sin presupuesto, aprueba leyes que perjudican en lugar de aportar y se inventa seguros que sólo consiguen debilitar la deficiente atención con la que contamos.
Así ocurrió desde un principio. Recordemos solamente los nombres de quienes pasaron por el Ministerio de Salud durante los 14 años de reinado del cocalero: una sarta de improvisados, inoperantes, fanáticos de la politiquería y totalmente ignorantes sobre cómo se debe conducir la salubridad en un país. La única idea clara que tenían y la siguen teniendo es entregarles el fardo a los cubanos, para que agitadores profesionales disfrazados de médicos se dediquen a lavarles el cerebro a los ciudadanos, tal como lo hicieron en Cuba, donde lograron así que la dictadura se atornille por más de 60 años.
En Bolivia la gente sabe aguantarse. Así ha sido durante casi 200 años de vida republicana. Todos los gobiernos han sido descuidados con la salud, pero especialmente el régimen del cocalero, que no sólo asumió con un discurso supuestamente revolucionario, populista y supuestamente enfocado en el campo social, sino que durante casi tres lustros, contó con recursos extraordinarios que hubieran alcanzado para terminar con todos esos lamentables indicadores que nos siguen manteniendo cerca de Haití, de Honduras, de Nicaragua y Venezuela, por citar los países más pobres del continente y los que más han retrocedido por culpa del socialismo secante que también nos quieren imponer en Bolivia.
No todo lo que ha traído la pandemia es malo y entre lo positivo que podemos destacar está la urgencia de atender la salud de la población, un asunto que habían descuidado incluso los países más desarrollados. Hoy todos los líderes del mundo, excepto algunos irresponsables, están pendientes del bienestar de la población, de los hospitales, de las vacunas y del mínimo detalle para evitar más contagios y muertos. Nadie escatima esfuerzos ni dinero para equiparse y lograr que bajen las temibles cifras que nos golpean todos los días.
Esos líderes no lo hacen porque se han vuelto bondadosos de la noche a la mañana, sino que, por fin se han dado cuenta que la salud es un factor primordial del desarrollo. Los organismos que miden el desempeño económico están pronosticando un despegue económico para este año y el que viene y eso es porque las grandes potencias están concentradas en la recuperación, en la reactivación y, por supuesto, en superar los embates que nos ha traído este temible virus. El FMI dice que a Bolivia le irá bien y, de ser así, tanto en la parte económica, como en materia de salud, sólo podría tratarse del factor suerte, pues no hay otra forma de explicarlo.
La salud es un factor primordial del desarrollo. Los organismos que miden el desempeño económico están pronosticando un despegue económico para este año y el que viene y eso es porque las grandes potencias están concentradas en la recuperación, en la reactivación y, por supuesto, en superar los embates que nos ha traído este temible virus.