La celebración del cuarto aniversario del 21F, es decir, de la primera vez que el país le dijo “No” a los aprestos dictatoriales de Evo Morales, nos ha pillado con la excelente noticia de la inhabilitación del cocalero, una decisión basada en las leyes que le ha cerrado el paso a sus intenciones de meterse en el Congreso y lograr la impunidad. Esta determinación podría sepultar tal vez para siempre su objetivo de recuperar el poder y quedarse a perpetuidad, como era su intención antes de su escape en noviembre del año pasado.
Nadie puede desconocer la epopeya que consiguió doblegar al autócrata, la gesta ciudadana que derribó los mitos del “proceso de cambio” y el sacrificio de la gente que convenció a los militares y policías que lo mejor era dar un paso al costado y no embarcarse en una aventura violenta que hubiera destruido a este país.
Sin embargo, la verdadera fuerza, el estímulo y la convicción nació hace cuatro años, cuando el pueblo de manera contundente y soberana se expresó en un referéndum que fue desconocido por el régimen y que pasó por encima a través de medidas absurdas y desesperadas como el planteamiento de los derechos humanos como respaldo de la reelección, la decisión ilegal del Tribunal Constitucional y por último, el descarado fraude que colmó la paciencia del ciudadano.
Recordemos que precisamente fue la sociedad civil la que hizo campaña mediante las redes sociales y a través de un activismo inédito hasta ese momento. Fueron las plataformas juveniles, las organizaciones de mujeres y los movimientos cívicos los que rompieron la desidia y la connivencia de los partidos políticos y que consiguieron la mayor derrota en las urnas del cocalero. A partir de ese momento, la protesta social, el descontento y el rechazo hacia Morales cobró fuerza y legitimidad, la población adquirió una nueva representatividad y el deterioro del régimen comenzó a agudizarse progresivamente.
El 21F fue el verdadero golpe contra Evo Morales, un garrotazo que sonó en las urnas, con toda la fuerza legal y la contundencia que sólo el voto puede lograr. Negarlo también fue la tumba política del gobernante, fue la traición más artera contra la democracia y el error fatal que posteriormente lo llevó al ocaso y la derrota final.
A partir del Referéndum del 21 de febrero de 2016, la gente se organizó, le dio otra fisonomía a la vida política nacional y en ese momento comenzó a incubarse el germen de la rebelión que estalló después del 20 de octubre. Por eso mismo, no es exagerado pedir que esta fecha sea declarada como el Día del Ciudadano, puesto que ahí empezó una nueva forma de gobierno en el país, un sistema que rige hoy y que seguramente continuará vigente en el futuro, pues la conciencia de la población, su vigilancia e intervención activa, serán las únicas que podrán salvar a la democracia.
El 21F fue el verdadero golpe contra Evo Morales, un garrotazo que sonó en las urnas, con toda la fuerza legal y la contundencia que sólo el voto puede lograr. Negarlo también fue la tumba política del gobernante, fue la traición más artera contra la democracia y el error fatal que posteriormente lo llevó al ocaso y la derrota final.