Cómo olvidar las penurias que vivimos el 2020, calificado unánimemente como un año horrible, uno de los peores de la historia. Cómo sacarse del recuerdo el triste final que tuvieron tantos seres queridos que murieron en medio de dolorosos padecimientos. Hospitales colapsados, laboratorios sin material para hacer pruebas del Covid, unidades de terapia intensiva sin respiradores, médicos y enfermeras agotados capeando las falencias de un sistema precario, abandonado por décadas. Hombres y mujeres deambulando las calles ofreciendo chucherías para sobrevivir, negocios con las puertas cerradas, oficinas polvorientas, encierro, desesperación.
Han pasado apenas unos meses desde que atravesamos esas durísimas experiencias que nos debieron dejar algún aprendizaje, un escarmiento, algún tipo de lección para no repetirlas, pero lamentablemente, reincidir parece ser un deporte nacional en Bolivia.
Hoy todo está igual que el año pasado. La gente espera, los pacientes sufren por necesidades que no hay sido cubiertas. Puestos que no han sido llenados, personal que falta, médicos que caen por agotamiento y por contagio, pues siguen pendientes las medidas de seguridad. Otra vez falta de plasma, nuevamente el mercado negro, la especulación, la gente que está dispuesta a pagar cualquier monto para obtener una respuesta que no encuentra en los que prometieron cambiar la historia.
Ha pasado un mes desde que comenzaron las alertas del segundo brote del Covid. El gobierno no termina de reaccionar. Promete vacunas que tardarán en llegar, que no son confiables y que se entregarán con cuentagotas. Se queja, acusa de guerra sucia, pero qué se puede decir de autoridades que recién comienzan a descubrir la tremenda responsabilidad que tienen en sus manos y que convocan a la primera reunión con gobernadores y alcaldes que ya están hasta el cuello con problemas.
Hemos perdido un tiempo valioso. La primera vez fue culpa de la dictadura china y la complicidad de la Organización Mundial de la Salud que demoró casi un mes en lanzar la voz de alerta al mundo. Pero esta vez no tenemos excusa más que la ineficiencia, la irresponsabilidad y la falta de compromiso con la salud.
Mientras en Bolivia comenzamos a descubrir que todo se desborda, hace un mes que en otros países han empezado con medidas restrictivas de tal manera de evitar el confinamiento absoluto que tanto tememos. El año pasado nos convertimos en el furgón de cola en materia de prevención de y de reacción y esta vez, la realidad nuevamente vuelve a superarnos.
Los expertos calculan que los meses de febrero y marzo serán los más duros en Bolivia y que en abril y mayo comenzaremos a notar una curva descendente. Qué podemos hacer para que aquello no se traduzca en el mismo desastre económico que nos ocasionó la cuarentena.
Los expertos calculan que los meses de febrero y marzo serán los más duros en Bolivia y que en abril y mayo comenzaremos a notar una curva descendente. Qué podemos hacer para que aquello no se traduzca en el mismo desastre económico que nos ocasionó la cuarentena.