El caso de un niño picado por un escorpión venenoso muestra claramente que la vida no vale nada en Bolivia, pues estamos gobernados por indolentes e irresponsables, cuya única función es lucrar con la política, salir a pelear constantemente, satisfacer sus intereses y confrontar con cualquiera que amenace con poner en evidencia la bajeza en la que están envueltos.
Es inadmisible que en todo el país no exista un “pinche” medicamento que sí lo tenía en existencia un municipio fronterizo de Brasil, que ni siquiera figura entre los más importantes del estado de Matto Grosso, que tampoco está entre los más equipados del vecino país.
Las gestiones para conseguir el antídoto indispensable para salvarle la vida al chico las hizo la gobernación de Santa Cruz, la misma institución se ocupó del traslado, que además de recorrer una larga distancia por carretera, tiene que sortear los infaltables bloqueos que provocaron demoras y que el remedio llegue demasiado tarde.
Ahora resulta que el ministro de salud se hace llamar “caradura”, porque, además de exponer una y mil excusas por semejante precariedad, quiere convencer a todos que fue el gobierno central el que hizo el intento por salvar al paciente, cuando está demostrado, con el caso del dengue, del covid y cualquier otra emergencia, que ellos son los últimos en moverse y esperan que todo lo resuelvan (sin recursos ni el apoyo necesario) las instancias municipal y departamental.
En la epidemia del dengue ha sido patética la actuación del centralismo. Los jerarcas de salud llegaron dos meses después de desatada la crisis, fueron y botaron unas carpas al Plan Tres Mil y creen que con eso es suficiente, cuando siguen muriendo niños en los hospitales, por el hacinamiento, por la falta de atención oportuna, por carencia de personal y medicamentos. Cientos de pacientes han colapsado el sistema y sus familiares, la gran mayoría de extrema pobreza, se ven obligados a pagar las medicinas y el tratamiento para que sus seres queridos no mueran como pasó con esa pobre criatura.
Lo más indignante es que ni siquiera ese hospital de campaña es un esfuerzo propio, sino producto de la solidaridad de la Embajada de Estados Unidos, a la que ni siquiera le agradecen por la colaboración, tal como pasó con las miles de vacunas que ayudaron a paliar el azote del Covid en Bolivia, pues si hubiera dependido sólo del gobierno de Arce, la tragedia hubiera sido mucho mayor.
Tantas muertes, dolor y sufrimiento ocasionados por el Coronavirus no han servido de nada. Esa vez, la emergencia nos encontró totalmente desguarnecidos y los hechos recientes nos demuestran que el gobierno sigue actuando con la misma indiferencia de siempre. No asumen su rol primordial que es la protección de la salud de la población, pues sin este activo, jamás podremos avizorar una salida a la pobreza y el atraso estructurales de Bolivia. Lo peor es que esta miseria ocurre cuando al país le va maravillosamente bien, según manifiesta Arce. No queremos imaginar lo que ocurrirá cuando la crisis azote con fuerza.
Tantas muertes, dolor y sufrimiento ocasionados por el Coronavirus no han servido de nada. Esa vez, la emergencia nos encontró totalmente desguarnecidos y los hechos recientes nos demuestran que el gobierno sigue actuando con la misma indiferencia de siempre.