La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido a todos los países del mundo prepararse para enfrentar lo que ya es una pandemia de alcance global. En menos de dos meses, el Coronavirus, una infección que provoca un tipo de neumonía de alta letalidad, ha causado más de dos mil muertos y más de 80 mil afectados. Se ha extendido desde China a todos los continentes y en Europa comienza a provocar psicosis, con comunidades enteras aisladas tanto en Italia como en España.
Por fortuna, esta enfermedad no ha llegado a América Latina, donde atravesamos una de las peores epidemias de dengue de la historia y que en el caso boliviano ha sobrepasado la capacidad de atención de pacientes. Es natural pensar en lo que podría ocurrir en caso de que el virus denominado COVID-19 traspase nuestras fronteras, por lo que conviene extremar esfuerzos para evitar una propagación que seguramente generaría un caos que no queremos imaginar. Está claro que nuestro sistema hospitalario, los recursos humanos, equipos y organización están muy lejos de alcanzar un nivel de seguridad mínimamente aceptable, lo que obliga al gobierno a duplicar el trabajo, de tal manera de superar el déficit en el que nos dejó el régimen de Evo Morales, cuya vocación social fue una completa mentira.
Vemos cómo países mejor preparados para un evento de esta naturaleza están pasando grandes apuros; se han visto obligados a aplicar medidas excepcionales, como el aislamiento de extensas zonas, la construcción de infraestructura en tiempo récord y la puesta en marcha de verdaderos ejércitos de médicos y enfermeras dedicados exclusivamente a luchar contra la epidemia. En nuestro caso eso sería impensable, dada la precariedad en la que vivimos, sumada a la falta de coordinación en los distintos niveles administrativos que atienden la salud pública. Por eso mismo, es urgente que el comité intersectorial que se ha conformado, empiece a trabajar con la máxima intensidad, de acuerdo con las recomendaciones y los protocolos que ha emitido la OMS. Más vale pecar de precavidos que tener que lidiar con un problema que nos vaya a superar.
La otra amenaza que viene acompañada del Coronavirus es económica y de las consecuencias es muy difícil librarse. Hemos visto los estragos que está haciendo esta pandemia en el comercio mundial y en poco tiempo se han notado las consecuencias en los principales mercados de valores del mundo, especialmente de Asia. Ya hemos experimentado en el pasado lo que ocurre con la economía, cuando un gigante como China atraviesa dificultades. El remezón es tan fuerte que es capaz de provocar recesión en todas direcciones, especialmente en países como el nuestro que depende en gran medida de la exportación de materias primas. Se han dado algunos pasos en Bolivia para reactivar la producción y ante este nuevo escenario conviene profundizar no sólo en este aspecto, sino también en las políticas de austeridad.
Vemos cómo países mejor preparados para un evento de esta naturaleza están pasando grandes apuros; se han visto obligados a aplicar medidas excepcionales, como el aislamiento de extensas zonas, la construcción de infraestructura en tiempo récord y la puesta en marcha de verdaderos ejércitos de médicos y enfermeras dedicados exclusivamente a luchar contra la epidemia.