Cualquiera que tenga un mínimo de conocimiento de cómo funciona un colegio sabe que ya están abiertos.
Están inscribiendo a los niños para el próximo año escolar y los profesores tienen sus planificaciones preparadas, sus programas debidamente estructurados e incluso han elaborado sus listas de útiles.
Este proceso es muy riguroso en los colegios particulares. Desde que asumió el MAS el poder en el 2006, tiene “de cortito” a la educación privada. No le suelta el ojo y fiscaliza todos los contenidos que se imparten, para que nadie se salga del libreto doctrinario del Estado Plurinacional, de la nueva historia el régimen quiere contar e introducir en los cerebros de los niños y los contenidos que busca priorizar, todos ellos dirigidos a reproducir la ideología dominante.
Desde el año pasado, los establecimientos pagados tienen una doble carga, pues además de cumplir con las exigencias que impone el gobierno, tienen que asegurarse de que no haya deserción de estudiantes, cuyos padres están en graves apuros económicos y un tanto decepcionados de la famosa “educación virtual”. Por eso mismo es que durante la gestión 2019 y en vista de que se dictaminó la clausura del año escolar en el mes de agosto, los establecimientos hicieron fuertes inversiones en el diseño de plataformas digitales y en la capacitación de sus docentes para garantizar un avance y un mejor rendimiento en la gestión que está por empezar. La idea es que los chicos consigan un mejor aprovechamiento, que aprendan y que se logren los objetivos pedagógicos propuestos, siempre orientados a la calidad.
Insistimos, eso es lo que está pasando en los colegios privados y seguramente en muchos de los establecimientos fiscales manejados por la Iglesia Católica, donde existe un mayor compromiso moral y ético con la niñez.
El problema es que la educación privada y la llamada “de convenio” representan apenas la mitad de todo el sistema que involucra alrededor de tres millones de niños y adolescentes de primaria y secundaria. En otras palabras, el año pasado, más de un millón y medio de estudiantes se quedaron sin educación, sin clases, sin lecciones, sin nada, porque los maestros dijeron que no sabían nada de educación virtual, porque no tenían plata para costear el servicio de internet y porque los niños supuestamente tampoco saben nada de tecnología, son pobres y bla, bla, bla.
¿Qué está pasando hoy en esas escuelas fiscales? ¿Ya solucionaron sus problemas? ¿Ya se capacitaron? ¿Ya están listos para pasar clases virtuales? O seguirán poniendo excusas para asegurarse un año más de cobrar sueldo sin trabajar. El ministro de Educación, que además es un sindicalista, tiene la obligación de mostrar cómo se va a poner en marcha y cómo va a asegurar que este año no vuelva a ser un tremendo fracaso.
¿Qué está pasando hoy en esas escuelas fiscales? ¿Ya solucionaron sus problemas? ¿Ya se capacitaron? ¿Ya están listos para pasar clases virtuales? O seguirán poniendo excusas para asegurarse un año más de cobrar sueldo sin trabajar.