Editorial

¿Moneda común?


¿Moneda común?

Lula no deja las mañas y parece ser el mismo populista de siempre, pese a que la situación de su país no está para más aventuras. La última ocurrencia del mandatario brasileño es el lanzamiento de una moneda común en América Latina, una idea que jamás prosperará, tal como ha sucedido con todos los mecanismos de integración impulsados por la gavilla de líderes populistas que pretenden legitimar la dictadura, impulsar la sovietización del continente y legalizar el crimen organizado.

No queremos imaginar lo que tendrían que hacer brasileños y argentinos, por ejemplo, para conjugar sus políticas monetarias, tan caóticas y discrecionales, donde no existe independencia de los bancos centrales y las reservas se manejan al capricho de cada gobernante. Lamentablemente no estamos hablando de los únicos casos ni de los peores, empezando por Bolivia y la extrema manipulación de la economía o Venezuela con su máquina de imprimir billetes que no para día y noche.

Si tuviéramos que elegir una moneda común no existe otra alternativa que el dólar y no estamos hablando de un sacrilegio ni de nada parecido, pues Ecuador y Panamá lo hicieron en distintas circunstancias y ni siquiera los gobiernos izquierdistas tuvieron la osadía de cambiar, pues conocen a la perfección los grandes beneficios que trae. Precisamente ha sido la dolarización de la economía la que evitó que Venezuela se precipite hacia la destrucción total y pese a las grandes ventajas que ha traído, el dictador Nicolás Maduro está buscando cómo volver al pasado y a nombre de la “soberanía”, recuperar el control del flujo monetario, simplemente para continuar imprimiendo, derrochando y haciendo desbarajustes con el gasto público.

Con el dólar, los gobernantes no pueden imprimir, por lo tanto tienen que ceñirse a la realidad, recortar los gastos y dejar que el mercado haga su trabajo. La primera señal es el control de la inflación, pues la demanda no tiene desfases con la capacidad productiva. Los salarios de las personas no pierden valor adquisitivo y la estabilidad permite la reactivación productiva de largo alcance y una mayor consistencia en los actores de la economía.

Bolivia no está en la misma situación que los vecinos, pero está a un paso. El MAS ha metido demasiada tierra bajo la alfombra y más temprano que tarde la situación será insostenible.Ya no hay plata que alcance para costear los subsidios, el endeudamiento está llegando a su tope y las reservas se están consumiendo de manera galopante. Luis Arce se niega a reducir el gasto público, no tiene un plan de reactivación económica y la única manera de mantener la burbuja en la que se encuentra es imprimiendo moneda nacional. Todos conocemos perfectamente lo que puede suceder si se opta por ese camino.

Los bolivianos saben perfectamente que el mejor refugio es el dólar y recurrirán a él ante cualquier eventualidad, a menos que Luis Arce decida aplicar las leyes de la economía que conoce muy bien pero que prefiere olvidar por dedicarse a hacer populismo barato. Está a tiempo para hacer lo que se hizo en 1985 cuando Bolivia se moría por culpa del gran peso del estatismo.

Los bolivianos saben perfectamente que el mejor refugio es el dólar y recurrirán a él ante cualquier eventualidad, a menos que Luis Arce decida aplicar las leyes de la economía que conoce muy bien pero que prefiere olvidar por dedicarse a hacer populismo barato. Está a tiempo para hacer lo que se hizo en 1985 cuando Bolivia se moría por culpa del gran peso del estatismo.